Mensaje de Diciembre 10 (3) 2022

Caminando sobre las aguas

Mensaje de Diciembre 10 (3) 2022 – Mensaje de Nuestro Señor Jesus

Alegraos, alegraos porque el verdadero cordero viene a este mundo

Jesús dice: “Mi querido hijo, sí, puedes hacerme preguntas para explicar más los mensajes, porque solo deseo dar amor a mis hijos. Sólo deseo amor para sus corazones. Deseo darles esperanza”.

Ahora estoy teniendo una visión de la Sagrada Eucaristía. Está apareciendo ante mí y en el corazón de la Eucaristía está el rostro doliente de Jesús en la Cruz, coronado de espinas.

A la derecha de la Sagrada Eucaristía aparece una cruz que parece tener dos metros y medio de altura, hecha de oro mate. Es la cruz de la gloria de la resurrección que resplandece para todas las almas al llamarnos a la esperanza y al perdón de la misericordia de Dios a través del verdadero poder de la Sagrada Eucaristía, a través del eterno poder y presencia del amor de Dios en la Eucaristía.

Un corderito de color blanco puro aparece a la izquierda de la Eucaristía, al pie de la Eucaristía. ‘Mi Señor, ¿qué significa esto?’

Jesús dice: “Hijo mío, yo soy el Cordero de Dios que me sacrifiqué por la gloria eterna de la Cruz por la redención de todas las almas. Mi rostro aparece dentro de la Eucaristía, doliente y coronado de espinas, sangrando y magullado, por mi pasión por el amor que soporté para dar y perdonar a mi pueblo. Mi rostro doliente es signo de gran esperanza de mi presencia en la Eucaristía.

Regocíjate, regocíjate porque el verdadero cordero viene a este mundo el día de Navidad para traer alegría. Vengo a renovar la alegría”.

La estrella guió a los reyes magos hasta mi pequeño Sagrado Corazón recién nacido 

“Señor mío, ¿por qué apareció en el cielo la estrella de Belén la noche de tu nacimiento? ¿Hay un significado más profundo? “Sí, mi querido niño, la estrella no solo apareció para guiar a los magos al corazón de mi madre y de mi padre, al corazón de José y de María y a mi pequeño y recién nacido Sagrado Corazón, la estrella apareció también como una señal eterna de esperanza que nunca será olvidada.

La estrella apareció como signo eterno de amor para el recuerdo y celebración de mi nacimiento para todas las generaciones. 

Es la estrella que iluminará los corazones y las almas para escuchar: “Venid a mí”. Ven a tu salvador.’

Dios siempre obra a través de señales de maravillas. Mi Padre es magnífico en su gloria y al ser el creador es majestuoso en todos sus caminos. La humanidad se ha olvidado de ver la verdadera belleza y las infinitas posibilidades de la vida a través de Dios nuestro Padre y siendo nuestro creador del amor, y las infinitas posibilidades de su amor.

Quiero que veas a mi hijo a través de mi presencia cada día y a través de los mensajes para que pueda llevarte a nuevas alturas de gloria al dar testimonio de mí para los demás. 

Sí, venid y sed testigos de la majestad, venid y sed testigos de la gloria de la estrella de la esperanza y de mi Padre. Digo a toda la humanidad, arrepentíos y regocijaos.

Esta es la hora de la misericordia. La hora de la misericordia a través de mi amor divino. Te amo. Los amo a cada uno de ustedes y siempre los he acompañado”. 

Gabriel sostiene al Cordero de Dios, el Verbo hecho carne 

Como ahora nuestro Señor me ha llamado a descansar, se me han aparecido tres ángeles, los arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Los amo, queridos ángeles. 

Michael sostiene la Sagrada Eucaristía; dentro de sus manos, Rafael, un pequeño cofre dorado lleno de varias gemas de luz de colores tan hermosos. Son las gracias, las bendiciones del cielo.

Y Gabriel tiene en sus manos al Cordero de Dios, el Verbo hecho carne, porque él es el ángel de la palabra de Dios. Todos sonríen y se regocijan al decir “sí”. Están diciendo que sí; sí por Dios, sí por su presencia para la gloria de Dios y sí por mí para recibirlos en el nombre de Dios, todo para la gloria y su eterna majestad.

 Ahora empiezan a llenarse de la gran luz blanca de la gracia que emana de todos ellos formando una unidad, un lazo, una matriz de luz y de amor. Los rayos son vibrantes.

Están vivos en el Espíritu Santo, en su presencia de la majestad de Dios.

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